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a ritmo de jota, paseando por Aragón

Geomorfológicamente el Ebro queda enmarcado por una pequeña parte de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos por el norte, el Sistema Ibérico por el sur y la Cordillera Costerocatalana por el este. Su origen vino marcado por el plegamiento de los sedimentos exteriores que dio origen a los Pirineos, produciéndose una compensación en forma de hundimiento. Así pues transcurre extendiéndose en la fosa tectónica denominada Valle del Ebro. En cuanto a su régimen hidrológico, el Ebro sufre sus crecidas más frecuentes en la estación fría, de octubre a marzo, aunque a veces se prolongan hasta mayo; las de la estación fría están estrechamente ligadas al régimen pluvial oceánico, mientras que las de la primavera son fruto de los deshielos pirenaicos. Los estiajes se producen entre los meses de julio a octubre, fruto de la gran evapotranspiración por las altas temperaturas y las escasas lluvias.
Tras los indicios más o menos claros de asentamientos de población desde el Paleolítico, sabemos que sobre la población asentada en el Valle del Ebro, a mediados del I milenio se registra una progresiva influencia de una nueva cultura procedente del Mediterráneo, los íberos, que hasta la irrupción de los romanos irá dejando su impronta en el territorio. Sobre el mosaico de pueblos y culturas existente, entra Roma tras la victoria sobre los cartagineses en la Batalla del Ebro que acabará con la derrota final de los celtíberos en el 133 a.C, comenzando la colonización de la parte central de la depresión del Ebro. En el 44 a.C., Lépido lugarteniente de César funda Iulia Victrix Lépida sobre la ibérica Celsa, constituyendo la primera colonia de la zona, la siguiente en constituirse fue Caesaraugusta, asentada sobre la ibérica Salduie, fue fundada entre los años 24 y 19 a.C. por Augusto y sirvió como asentamiento a los veteranos de las legiones IV, VI y X.
Desde el 714 hasta 1118 momento en el que Alfonso I reconquista Zaragoza, Saraqusta fue la gran capital de la Marca Superior de Al Andalus. Ya en época moderna y contemporánea la zona ha sido testigo de numerosos avatares como la Guerra de Sucesión, los Sitios de Zaragoza o el Frente del Ebro en la Guerra Civil, hechos que sin duda han dejado una impronta indeleble.
Aunque la contaminación y las obras de regulación han acabado con buena parte de la pesca, el Ebro fue en otro tiempo un río en el que convivieron diversas especies entre ellas las truchas, las sabogas, las codiciadas anguilas, tanto para su consumo inmediato como para su conserva o los cangrejos y los bivalvos de gran tamaño con los que se fabricaban mangos y cachas, teniendo especial fama los de Sástago. Ahora barbos, madrillas, lucios y tencas son los únicos pobladores del río. De la navegación por el Ebro ya hay constancia escrita varios siglos antes de Cristo. Con importantes puertos fluviales como el de Caesaraugusta o el de Celsa, en los que el tráfico era tan intenso que hubo de erigirse torres de vigía y faros durante todo su curso.
Por el Ebro bajaban también las maderas del Pirineo, formando navatas que atravesaban su curso previo pago de un peaje.
En cuanto a los regadíos y pese a que la práctica totalidad de las poblaciones obtienen el agua de los afluentes antes que del propio Ebro, gracias a él se produce el riego de buena parte de los terrenos, destacando históricamente el uso de las norias. Hubo varios proyectos para canalizar las aguas del Ebro entre los que destaca el de la acequia concedida por Carlos V en el siglo XVI y que por ello tomó el nombre de Imperial. Este proyecto fue continuado y llevado a cabo en el XVIII por Ramón Pignatelli. Hoy el Canal Imperial de Aragón abastece de agua de boca a Zaragoza capital y a otras muchas localidades, además de regar un buen número de hectáreas.Haciendo el recorrido del Ebro por tierras aragonesas el primer pueblo que encontramos es Novillas, localidad en la que el Huecha funde sus aguas con las del Ebro.
Aguas abajo nos encontramos con Alcalá de Ebro muy ligada a Cervantes, ya que en sus tierras se supone situada la Insula Barataria del Quijote, de la que fue efímero gobernador el bueno de Sancho Panza. Algo más alejada de su curso está Pedrola, en la que podemos visitar su iglesia parroquial o el palacio ducal de Villahermosa, ambos edificios fueron declarados conjunto histórico artístico en 1976. En la orilla de enfrente se encuentra Remolinos, famosa por sus minas de sal y por su iglesia parroquial dedicada a San Juan Bautista del siglo XVIII, en la que podemos admirar sus pechinas pintadas por Goya en las que aparecen representados los Padres de la Iglesia. Un poco más abajo nos encontramos Alagón, importante enclave estratégico para Roma en la que Sertorio tuvo su cuartel de invierno en la guerra contra Pompeyo.
Tuvo su máximo esplendor en torno a los siglos XIV y XVI. De esta época es el templo de San Pedro, con su torre como elemento inequívocamente mudéjar. Ya fuera de la población nos encontramos la ermita de la Virgen del Castillo, donde se custodia la talla de la virgen titular de la ermita.
De Alagón a Zaragoza el Ebro se ve jalonado por pequeñas poblaciones eminentemente agrícolas que conservan entre sus calles vestigios de su pasado musulmán, así Torres de Berrellén, Penseque, Utebo o Monzalbarba, cuentan con bellas torres mudéjares.
A partir de Monzalbarba el Ebro empieza a bañar una cuidada huerta, aguas abajo del Galacho de Juslibol. Desde ahí, el río penetra en la bimilenaria ciudad de o Zaragoza, encontrándose a su paso la Basílica del Pilar cuya imponente silueta reflejada en sus aguas es una de las imágenes más recurrentes de esta población. Poco después y sin abandonarla desembocan en él los maltrechos Huerva y Gállego. Tras cruzar Zaragoza, el Ebro va acusando la progresiva aridez. Sus afluentes se hacen más débiles, quedando relegada la fertilidad del suelo a las cada vez más estrechas riberas y a las menguadas vegas de sus afluentes, de muy escaso caudal, pueblos de gran tradición agrícola y en algunos casos con miles de años de historia a sus espaldas. El Burgo, Fuentes y Quinto, atesoran recuerdos ya de época prerromana, aunque romanos, árabes y moriscos también dejaron en ellos importantes vestigios, muy maltratados en la Guerra Civil, ya que en esta zona tuvo lugar el llamado frente del Ebro.
Tras pasar Quinto y Gelsa llegamos a Velilla de Ebro y su yacimiento de Celsa, en el se encuentra la conocida con el nombre de Colonia Lepida Celsa. con vestigios de épocas ibera y romana.
A partir de este enclave el paisaje cambia, las riberas se estrechan y tras ellas se extiende el desierto monegrino, paisaje duro y casi estéril. No muy lejos de Velilla pasando por Cinco Olivas, Alborge y Alforque nos encontramos con Sástago, importante centro de fabricación de vidrio durante la dominación árabe. A unos 7 Km. de esta población nos encontramos con el Monasterio de Nuestra Señora de Rueda, magnífico ejemplo de arquitectura cisterciense del siglo XII. Cercano a éste se encuentra Escatrón, importante enclave medieval, en la que se instaló una central termoeléctrica en la década de 1950.
A partir de esta comarca, el río se encaja y comienza a divagar por numerosos meandros hasta el embalse de Mequinenza a la altura de Chiprana, localidad en la que podemos ver los restos de un mausoleo romano, del siglo II, empotrados en la pared de la ermita de la Consolación.
Más adelante, el Guadalope y el Ebro juntan sus aguas en Caspe. En esta localidad se encuentra el Mar de Aragón que ofrece unas condiciones excelentes para la práctica de los deportes naúticos. De la Mequinenza y el Fayón antiguos poco o nada queda al estar sepultadas bajo las aguas del embalse de Ribarroja. En Fayón última localidad aragonesa por la que atraviesa el Ebro podemos ver desde su ermita del Pilar una bella panorámica del Matarraña uniéndose con el Ebro. A partir de aquí el río se pierde en tierras catalanas para acabar desembocando en el Mediterráneo.

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