Desde la frontera hasta Vila Velha de Rodao, entre las regiones de Alto Alentejo y la Beira Baixa, el valle del Tejo es estrecho y profundo, escondiéndose entre olivares de la sierra de Muradal, donde forma el desfiladero de As Portas de Rodao, en cuyo techo se encuentra los restos del castillo del Rey Wamba.
Desde este punto el Tajo se hace navegable por la región de Ribatejo, pero el mayor tráfico fluvial hasta el estuario del Mar de la Paja se producirá a partir de Santarém, localidad portuguesa donde en numerosas ocasiones se percibe el flujo de la marea.
Desde Gaviao hasta Pego, pueblo en el que las huertas de naranjos descienden hasta las mismas orillas del río, continúa comprimido entre modestas montañas culminadas por castillo medievales, a veces entre pinares.
En Pego-Abrantes, una notable central termoeléctrica aporta un elemento más de explotación a la deteriorada imagen ya del Tajo.
El Tajo riega la comarca vitivinícola de Ribatejo, haciéndose patente la benéfica acción de los sedimentos salinos y de los limos depositados por los aluviones fluviales en sus frecuentes desbordamientos.
Cuenta la leyenda que un buen día una mujer de Galicia abrió una casa de alojamiento en unas tierras que estaban próximas al Tajo, y desde aquel momento aquello se llamó “Venda da Galega”.
Era el origen etimológico de la actual Golega, villa famosa por celebrarse aquí todos los meses de noviembre la Feria Nacional del Caballo.
Constância, villa donde vivió Luis de Camoes, y Abrantes, con su iglesia de Santa María do Castelo, también merecen una parada.
Recostada sobre la orilla izquierda del río Tajo, Chamusca es la población que sirve de inicio para esta ruta. La N-118 nos ha traído hasta aquí atravesando las productivas tierras agrícolas del Ribatejo, donde los cereales pueblan el paisaje y, de vez en cuando, algún tractor se cruza en nuestro camino.
En Chamusca destaca sobremanera su iglesia “matriz”, que tiene un pórtico de estilo manuelino y un bello conjunto de azulejos verdes y blancos.
Desde Chamusca recorremos los cuatro kilómetros, a través de la 118, que nos separan del puente sobre el río Tajo. Cruzamos a la otra orilla y seguimos el trayecto que nos marca la N-243 para llegar a Golega, una villa conocida en todo el país por celebrarse aquí, desde mediados del siglo XVIII, una feria donde el caballo es el protagonista.
Aunque el espectáculo se celebra en la primera quincena de noviembre, da igual cuando se venga a Golega porque esta villa rinde, de manera perenne durante todo el año, culto al caballo lusitano.
Aquí todo gira alrededor de los equinos, desde el Largo do Arneiro al picadero Lusitanus. Por algo será que Golega es la “Capital do Cavalo”...
La iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, un notable ejemplo del estilo arquitectónico que Dom Manuel creó en Portugal nos despide de Golega. Siguiendo por la 243 llegamos hasta la autovía IP6, aunque proseguimos nuestro recorrido hasta Torres Novas, población que se sitúa en los márgenes del río Almonda.
El castillo y un conjunto de iglesias del siglo XIII “regalan” a Torres Novas un interesante patrimonio arquitectónico.
Desde Torres Novas volvemos al cruce con la autovía, si bien en este punto tomamos el desvío hacia Entroncamento.
Árboles centenarios acompañan nuestro viaje hasta esta localidad que pasa por ser un cruce de caminos y que está repleta de zonas verdes, como el jardín Pereira Caldas y el Parque Bonito.
El río más largo de la Península nos sorprende con el castillo de Almourol, que está enclavado en un islote en medio de su cuenca fluvial.
La impresionante Torre del Homenaje recuerda los lejanos tiempos del siglo XII en que fue habitado por Gualdim Pais, maestre de la Orden de los Templarios.
De vuelta a nuestro siglo, se puede acceder al castillo a través de embarcaciones turísticas.
Proseguimos el viaje en paralelo al río Tajo hasta llegar a Constância, villa donde el río Zêzere es absorbido por el Tajo. Pero, aún hay más, ya que cualquier rincón de Constância nos recuerda el paso de Camoes, quien cantó en su obra los atractivos naturales de esta villa.
Sus jardines, sus huertos, sus plantas, sus casas y sus calles hacen revivir al escritor.
La carretera 3 va en paralelo a la autovía, aunque a la altura de Rio de Moinhos ya se desvía hacia Abrantes, ciudad ribereña del Tajo y cargada de historia.
Desde la Torre del Homenaje de su castillo se disfruta de unas vistas inolvidables del río.
Es uno de esos recuerdos que jamás se olvidan... La iglesia de Santa María, que se alza en el interior de la fortificación, representa el triunfo del gótico, el mejor colofón posible para esta ruta.
Dejamos aquí escaparse al Tajo para que llegue a unírse pronto al océano en Lisboa... y nosotros le seguiremos en procesión respirando su palpitar y refrescandonos con su magia.
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